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La resistencia inicial del alcohólico a la religión

Reimpreso de (Boletín Ganar Aliados no.49) con permiso de la Central Mexicana de S.G. de A.A., A.C.

El Logos se hizo carne y habitó entre nosotros(1) porque no es una palabra audible — de lo contrario no sería El Completamente Diverso —. A toda persona carente de formación espiritual, o con prejuicios sobre la vida espiritual, Dios le parece una entelequia. Por cuanto a esta postura mental, decididamente moderna, un enfermo alcohólico activo no representa excepción alguna: es un miembro más del conjunto social espiritualmente desinformado. No es de extrañar entonces que, tratándose de dejar de beber definitivamente, al enfermo alcohólico rara vez le funcionen los bien intencionados consejos que un párroco o ministro, con un enfoque religioso directo, pudiera proporcionarle. 

 

Lo mismo le sucedió al propio cofundador de AA — Bill W. — durante los primeros seis meses de trabajo con alcohólicos en un hospital: quiso darles comida — que aún no admitían —, en lugar de darles primero a beber leche(2), y ninguno de ellos logró la sobriedad, pues todos buscan sus intereses(3).

 

La situación cambió — y la nueva fraternidad floreció — cuando un alcohólico ya sobrio demostró a otro, mediante su propia experiencia, que a) lo suyo era una enfermedad orgánica incurable, progresiva y mortal; b) que su propia voluntad de nada le valdría y que estaba fuera del alcance de toda ayuda humana, y c) que únicamente Dios, como él Lo entendiera, podría ayudarlo. En ese momento lo dejaba solo, sin presionarlo, para que decidiera o entregarse a Dios (o al menos a un poder superior), y hacer todo lo que fuera necesario para ser salvado y vivir, o seguir la misma ruta, hasta llegar al manicomio, la cárcel o la muerte.

 

Los primeros miembros de la fraternidad — ahora mundial — de Alcohólicos Anónimos obviamente no contaban con textos propios. El libro que daría nombre al movimiento tardó cuatro años en aparecer, y caminó casi veinte años más en solitario, guiando a la fraternidad por el desierto, antes del advenimiento de otros textos fundamentales.

 

Su lectura principal era, por tanto, la Biblia.

 

Los principios que de inmediato pusieron en práctica — como el inventario personal, la reparación de daños y el trabajo desinteresado con otros — fueron heredados de los Grupos Oxford, un movimiento cristiano. A ello sumaron su experiencia vital como alcohólicos y las nociones médicas adquiridas.

 

Aunque en un principio los miembros de la fraternidad pronunciaban espontáneamente el nombre de Jesucristo — debido a sus lecturas de la Biblia, pero sin el menor afán proselitista —, al redactar el libro se creyó prudente evitar dar la impresión de que AA era una asociación religiosa — o afiliada a alguna religión en particular —, por lo que se optó por utilizar las frases «Dios como cada quien Lo entiende» y «Poder Superior». No obstante, un ojo avisado descubre en el texto del libro Alcohólicos Anónimos numerosas referencias bíblicas. De principio a fin del libro, su autor — Bill W. — habla influenciado teológicamente 4, y presenta interesantes paralelos inspiradores sobre la conversión de Pablo y la suya propia, su paso del agnosticismo hacia la fe: 

 

 

«Escamas de orgullo y prejuicio cayeron de mis ojos»(5).

 «Al punto se le cayeron de los ojos unas como escamas»(6).

 

 

 El libro logró su cometido primario: atravesar la densa barrera del prejuicio hacia lo religioso — presente casi por defecto en la población moderna —, para que mediante la fe en el poder de Dios hallara el alcohólico la liberación de su obsesión por el alcohol.

 

Pero tuvo asimismo un efecto colateral: desplazó por completo, entre las siguientes generaciones de la fraternidad, la lectura del texto que fundamentó su contenido espiritual: la Biblia; sin este hilo de Ariadna, el individuo suele permanecer aún rezagado en un laberinto de relatividades, corriendo como ovejas sin pastor(7).

 

La participación activa de diversos sacerdotes a favor del movimiento de AA en México (y en otros países, como Cuba) ha sido desde sus inicios decisiva para transmitir y avivar la luz que resplandeció en nuestros corazones(8), y una oportunidad enorme para sacerdotes y ministros sigue abierta, por cuanto a regar ahora la semilla plantada por Dios, cuyo verdadero fruto resta a muchos alcohólicos sobrios aún por descubrir, seguros de que el que comenzó la buena obra la llevará a cabo hasta el día de su perfección (9).

 

 

 

1 Jn 1, 14.

2 Co 3, 1 ss.

3 Flp 2, 21.

4 En el siguiente artículo, «Los clérigos», escrito por Bill W. en septiembre de 1957, es fácilmente detectable el lenguaje, imágenes y metáforas eminentemente bíblicas.

5 Alcohólicos Anónimos, capítulo 1 en su versión original en inglés.

6 Hch 9, 18.

7 Mc 6, 34.

8 2 Co 4, 6.

9 Flp 1, 6.