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Trabajo social, esta fue mi experiencia

Reimpreso de (Boletín Ganar Aliados no.61) con permiso de la Central Mexicana de S.G. de A.A., A.C.

Laboraba yo en el Centro Médico Siglo XXI del IMSS cuando un día hice conciencia de la forma de beber de mi muy querido compañero y amigo. No bebía a diario, ni se emborrachaba siempre, pero bebía cada vez más a menudo y con una gran ansiedad y, apuraba los vasos de un modo apremiante para luego sufrir de un cambio sorprendente. No es que fuera particularmente agresivo, pero el efecto del alcohol en su organismo era distinto al que produce en otras personas.

 

Mi amigo se alejaba de sí mismo de un modo tal, que quienes le acompañábamos, nos estremecíamos.

 

Por aquellos momentos viajé a Costa Rica con un grupo numeroso de trabajadores sociales. Allá, uno de ellos me dijo una noche: ven, acompáñame a mi junta de Alcohólicos Anónimos. Asistí a la reunión y obtuve, además de una auténtica lección de vida, un conocimiento fundamental para mi profesión.

 

Desde ese día estoy convencida de que la filosofía y el programa de recuperación de aa debería estudiarse en las carreras médicas y paramédicas de todo el mundo. Escuchando a aquellos hombres y mujeres, supe que esa fruición por beber, es una compulsión física, producto de una obsesión mental por ingerir alcohol, tan poderosa como destructiva, que tuerce la existencia de quienes la padecen hasta extremos inimaginables y ante lo cual no hay fuerza de voluntad capaz de hacerle frente con éxito. Es una enfermedad que no respeta sexo, edad, condición socioeconómica o nivel intelectual.

 

Todos, pobres y ricos; jóvenes y viejos; mujeres u hombres; ilustrados e ignorantes, pueden padecerla y sucumbir a sus embates, porque no es curable y progresa hasta la muerte. En esa bendita sesión aprendí lo más importante: que solo el propio enfermo puede detener su gravísima enfermedad, a partir de un anhelo sincero de dejar la bebida. No importa lo que opinen o sientan quienes le rodean, la decisión debe tomarla él o ella a solas con su corazón y su conciencia. Compré algunos folletos en el grupo y regresé a México con esta valiosa experiencia a cuestas.

 

Invité a comer a mi amigo para contarle lo que me había ocurrido en suelo tico. Me escuchó a regañadientes, se quedó muy serio, pero se llevó a su casa la folletería que le obsequié. Meses después me confesaría que aquel día pensó:

 

«Yo no soy un alcohólico, puedo dejar de beber cuando se me antoje voy a demostrárselo a esta».

 

En efecto, durante los meses siguientes pude darme cuenta que bebió menos. Solo Dios sabe, cómo lo habrá logrado, pero lo hizo. Sin embargo, un día en una comida importante para todos los empleados de una unidad, pero especialmente para él porque asistirían autoridades de quienes dependía otorgarle el ascenso que esperaba hacía años, se desquitó de la aparente moderación de los meses anteriores, se bebió todo lo que se encontró e hizo el papelón de su vida. Al final, ebrio, vació en el florero que adornaba la elegante mesa, el alcohol que sobraba en vasos y botellas y terminó ahogado en la alfombra, debajo de la mesa… convirtió en un desastre su oportunidad.

 

Los días siguientes no se presentó a trabajar, estaba sumido en una profunda depresión, en una tremenda cruda moral. Me llamó y llorando me dijo:

 

«¿Sabes? creo que soy un alcohólico»

 

pidió unos días de licencia y cuando regresó, traía otra cara, no sabíamos qué le había ocurrido, pero evidentemente sus ojos tenían una luz que no le conocíamos. Se paró frente a mí y me dijo: «No soy un alcohólico, soy un enfermo alcohólico, pero también soy un hombre, fui al grupo Bolívar de Alcohólicos Anónimos y voy a hacerme cargo de mi enfermedad». 

 

«Gracias por tu ayuda, ¿Sabes qué fue lo que más me impactó del material que me obsequiaste?, la hojita con las aparentemente sencillas preguntas para el autodiagnóstico. Fueron demoledoras».

 

Esta es mi experiencia. Desde entonces, cada vez que tengo la ocasión de conocer a alguna persona con problemas para manejar el alcohol, le entregó uno de los folletos que tienen los grupos para recibir a los de nuevo ingreso y siempre lo acompañó con una hojita de autodiagnóstico. Todos los enfermos de alcoholismo deberían tener la oportunidad de conocer a fondo la propuesta terapéutica que contiene Alcohólicos Anónimos.

 

 

 

(Ganar Aliados, núm. 06, págs. 9-10)

 Por la licenciada Martha López Estrada

Trabajadora social y psicoterapeuta

df, México